Homero,
Odisea
V, vv. 116-147:
▪
Trad. J. M. Pabón, Biblioteca Clásica Gredos, 1982:
Dijo
así [Hermes], estremecióse Calipso, divina entre diosas,
y dejándose oír contestó con palabras
aladas:
«Sois sañudos, ¡oh dioses!, no
hay ser que os iguale en envidia,
no
sufrís a las diosas que yazgan abierta y lealmente
con
mortales si alguno les place de esposo. Tal viose
cuando
a Orión raptó Aurora de dedos de rosa: irritados
estuvisteis,
¡oh dioses de fácil vivir!, hasta el día
que
en Ortigia la casta Artemisa, de trono de oro,
lo
abatió disparando sus blandas saetas; y cuando
la
de hermosos cabellos, Deméter, cediendo a su gusto,
se
enlazó con Jasión en amor sobre el haz del barbecho
roto
ya por tres surcos y Zeus, no más descubrirlos,
lo
dejó muerto a él descargando su fúlgido rayo.
De ese modo ahora a mí me envidiáis el amor de ese hombre
que
yo misma salvé cuando erraba señero a horcajadas
sobre
un leño, pues Zeus con el rayo fulgente le había
destrozado
el ligero bajel en mitad del purpúreo
oceano;
perdidos sus buenos amigos, a él solo
arrastrado
a estas playas trajeron las olas y el viento;
yo
acogida y sustento le di y entre mí meditaba
el
hacerlo inmortal, de vejez eximido por siempre;
mas,
pues orden de Zeus que embraza la égida nunca
la
podrá quebrantar ningún dios ni dejarla incumplida,
marche
luego ese hombre si aquél le compele y le lanza
por
el mar infecundo; mas no seré yo quien le envíe,
pues
no tengo ni naves con remos ni amigos que ayuden
su
camino en el dorso gigante del mar. Mis consejos
le
daré, sin embargo, propicia, ni habré de encubrirle
cosa
alguna que sirva al arribo feliz a la tierra
de
sus padres.» Entonces repuso el heraldo Argifonte:
«Deja, pues, que se parta y evita las iras de Zeus;
que
no quede de hoy más enojado contigo.»
▪
Trad. Carlos García Gual, Alianza Editorial, 2004:
Así habló [Hermes], y estremeciose
Calipso, la divina entre las diosas. Y tomando la palabra le replicó estas
palabras aladas:
«Sois crueles, dioses, envidiosos en extremo de otros, y os
irritáis contra las diosas que se acuestan con hombres sin reparos, cuando
alguna hace a uno compañero de lecho. Así cuando la aurora de rosáceos dedos
raptó a Orión, entonces tanto os irritasteis los dioses de fácil vida contra
ella que al cabo lo mató en Ortigia la santa Ártemis, asaeteándolo con sus
suaves flechas. Así cuando Deméter de hermosas trenzas, cediendo a su pasión,
compartió su amor y su lecho con Jasión en la gleba labrada tres veces, no
tardó en enterarse Zeus, que lo mató asaeteándolo con un fulgente rayo. Así
ahora, de nuevo, os irritáis conmigo, dioses, porque conviva con un hombre
mortal.
»A él yo lo salvé, cuando, subido sobre la quilla, solitario
vagaba después de que Zeus golpeando su rauda nave con el fulgente rayo la
quebró en medio del ponto vinoso. Allí entonces perecieron todos sus otros
compañeros, pero a él hasta aquí lo arrastraron el vendaval y el oleaje. Yo lo
trataba con cariño y lo cuidaba, e incluso le propuse hacerlo inmortal e inmune
a la vejez para siempre.
»Pero, puesto que de ningún modo es posible a otro dios
esquivar e incumplir el designio de Zeus portador de la égida, que se vaya, ya
que él me lo manda y ordena, por el mar estéril. Pero yo no puedo transportarlo
a otra parte. No tengo en mi casa ni naves ni compañeros que puedan escoltarlo
sobre el ancho lomo del mar.
»No obstante, le aconsejaré benévola y nada le ocultaré, a
fin de que sin grandes daños alcance su tierra patria».
A ella le contestó el mensajero Argifonte:
«Despídele ahora
así, y evita la cólera de Zeus, no sea que te guarde rencor y sea luego duro
contigo».
▪ Albert
Severyns, Les dieux d’Homère, 1966, p.
108:
«C’est
le discours passionné d’une déesse éprise à qui l’on arrache de force celui
qu’elle aime. Mais un lecteur moderne se défend mal contre l’impression
d’entendre en contrepoint une autre voix, pareille à une protestation, celle de
la femme oppressée dans une société où l’homme a le monopole de se choisir un
amour.»
"Es éste el discurso apasionado de
una diosa enamorada a quien le han arrebatado por la fuerza a quien ama. Pero
un lector moderno se defiende mal contra la impresión de escuchar paralelamente
otra voz, idéntica a una queja, sobre la mujer oprimida donde el hombre tiene
el monopolio de elegirse un amor" [trad. propia].