sábado, 20 de octubre de 2018

El lugar de lo sagrado es oscuro

C.S. Lewis, Mientras no tengamos rostro, 1955 (Till we have faces, trad. castellana de Luis Magrinyá):      
     "Declaro que los dioses nos tratan sin ninguna justicia. Porque ni quieren abandonarnos (que sería lo mejor) y dejarnos vivir en paz nuestros breves días, ni quieren tampoco manifestarse abiertamente diciéndonos lo que de nosotros quieren. Porque hasta eso sería soportable. Pero plantar indicios que luego dejan en suspenso, acercarse a nosotros mediante sueños y oráculos, o en la vigilia, en una visión que se esfuma apenas vista, guardar un silencio de muerte ante nuestras preguntas y luego, sin sobresaltos, sin vacilaciones, susurrarnos al oído (palabras que no podemos entender) cuando más libres queremos vernos de ellos, y mostrar a uno lo que al otro ocultan… ¿qué es todo esto sino el juego del ratón y el gato, el de la gallinita ciega, o un puro juego de manos? ¿Por qué tienen que ser oscuros lugares los sagrados lugares? 
     Declaro, por todo ello, que no hay para el hombre criatura (sapo, serpiente o escorpión) más dañina que los dioses. Que repliquen, si pueden, a esta acusación. Quizá, en vez de eso, me vuelvan loca, o leprosa, me conviertan en animal, pájaro o árbol. Pero, entonces, ¿no va a saber todo el mundo (y no van a saber los dioses que el mundo sabe) que es porque nada tienen que alegar?"