jueves, 7 de marzo de 2019

La saña de los dioses

Homero, Odisea V, vv. 116-147:

Trad. J. M. Pabón, Biblioteca Clásica Gredos, 1982:

            Dijo así [Hermes], estremecióse Calipso, divina entre diosas,
y dejándose oír contestó con palabras aladas:
            «Sois sañudos, ¡oh dioses!, no hay ser que os iguale en envidia,
no sufrís a las diosas que yazgan abierta y lealmente
con mortales si alguno les place de esposo. Tal viose
cuando a Orión raptó Aurora de dedos de rosa: irritados
estuvisteis, ¡oh dioses de fácil vivir!, hasta el día
que en Ortigia la casta Artemisa, de trono de oro,
lo abatió disparando sus blandas saetas; y cuando
la de hermosos cabellos, Deméter, cediendo a su gusto,
se enlazó con Jasión en amor sobre el haz del barbecho
roto ya por tres surcos y Zeus, no más descubrirlos,
lo dejó muerto a él descargando su fúlgido rayo.
De ese modo ahora a mí me envidiáis el amor de ese hombre
que yo misma salvé cuando erraba señero a horcajadas
sobre un leño, pues Zeus con el rayo fulgente le había
destrozado el ligero bajel en mitad del purpúreo
oceano; perdidos sus buenos amigos, a él solo
arrastrado a estas playas trajeron las olas y el viento;
yo acogida y sustento le di y entre mí meditaba
el hacerlo inmortal, de vejez eximido por siempre;
mas, pues orden de Zeus que embraza la égida nunca
la podrá quebrantar ningún dios ni dejarla incumplida,
marche luego ese hombre si aquél le compele y le lanza
por el mar infecundo; mas no seré yo quien le envíe,
pues no tengo ni naves con remos ni amigos que ayuden
su camino en el dorso gigante del mar. Mis consejos
le daré, sin embargo, propicia, ni habré de encubrirle
cosa alguna que sirva al arribo feliz a la tierra
de sus padres.» Entonces repuso el heraldo Argifonte:
«Deja, pues, que se parta y evita las iras de Zeus;
que no quede de hoy más enojado contigo.»


Trad. Carlos García Gual, Alianza Editorial, 2004:

Así habló [Hermes], y estremeciose Calipso, la divina entre las diosas. Y tomando la palabra le replicó estas palabras aladas:
«Sois crueles, dioses, envidiosos en extremo de otros, y os irritáis contra las diosas que se acuestan con hombres sin reparos, cuando alguna hace a uno compañero de lecho. Así cuando la aurora de rosáceos dedos raptó a Orión, entonces tanto os irritasteis los dioses de fácil vida contra ella que al cabo lo mató en Ortigia la santa Ártemis, asaeteándolo con sus suaves flechas. Así cuando Deméter de hermosas trenzas, cediendo a su pasión, compartió su amor y su lecho con Jasión en la gleba labrada tres veces, no tardó en enterarse Zeus, que lo mató asaeteándolo con un fulgente rayo. Así ahora, de nuevo, os irritáis conmigo, dioses, porque conviva con un hombre mortal.
»A él yo lo salvé, cuando, subido sobre la quilla, solitario vagaba después de que Zeus golpeando su rauda nave con el fulgente rayo la quebró en medio del ponto vinoso. Allí entonces perecieron todos sus otros compañeros, pero a él hasta aquí lo arrastraron el vendaval y el oleaje. Yo lo trataba con cariño y lo cuidaba, e incluso le propuse hacerlo inmortal e inmune a la vejez para siempre.
»Pero, puesto que de ningún modo es posible a otro dios esquivar e incumplir el designio de Zeus portador de la égida, que se vaya, ya que él me lo manda y ordena, por el mar estéril. Pero yo no puedo transportarlo a otra parte. No tengo en mi casa ni naves ni compañeros que puedan escoltarlo sobre el ancho lomo del mar.
»No obstante, le aconsejaré benévola y nada le ocultaré, a fin de que sin grandes daños alcance su tierra patria».
A ella le contestó el mensajero Argifonte:
«Despídele ahora así, y evita la cólera de Zeus, no sea que te guarde rencor y sea luego duro contigo».
  

▪ Albert Severyns, Les dieux d’Homère, 1966, p. 108:

«C’est le discours passionné d’une déesse éprise à qui l’on arrache de force celui qu’elle aime. Mais un lecteur moderne se défend mal contre l’impression d’entendre en contrepoint une autre voix, pareille à une protestation, celle de la femme oppressée dans une société où l’homme a le monopole de se choisir un amour.»

"Es éste el discurso apasionado de una diosa enamorada a quien le han arrebatado por la fuerza a quien ama. Pero un lector moderno se defiende mal contra la impresión de escuchar paralelamente otra voz, idéntica a una queja, sobre la mujer oprimida donde el hombre tiene el monopolio de elegirse un amor" [trad. propia].     


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